“El 90 % de mis pacientes no viene por ansiedad, ni por estrés. Viene por amor.”

La frase suena más a una canción que a una conclusión científica. Pero quien la dice no es un cantante pop, sino Luis Muiño, psicólogo, escritor y divulgador español, que lleva décadas analizando con lupa uno de los temas más universales y más distorsionados de la historia humana: el amor.

Y no cualquier amor. Hablamos del amor romántico, ese que nos prometieron en canciones, películas, cuentos y matrimonios que, por dentro, a veces eran más cárcel que cuento.

Muiño ha sido claro: lo que llamamos “amor” muchas veces es una mezcla peligrosa de adicción, idealización y posesión. ¿Y si el verdadero amor no tiene nada que ver con eso?

El amor como trampa emocional (y bioquímica)

Lejos de las metáforas edulcoradas, Muiño habla con precisión quirúrgica: el enamoramiento es un cóctel químico que inhibe el pensamiento racional. Dopamina, oxitocina, serotonina... Todas nos hacen ver a la otra persona no como es, sino como queremos que sea.

“Nos entontecemos. Dejamos de pensar. Nos autoengañamos con una facilidad tremenda.”

Esta distorsión da lugar a fenómenos como el efecto halo (sobrevalorar a alguien por un solo atributo), el todo o nada emocional (idealizar o desechar sin términos medios), y el peligroso coste hundido: seguir en relaciones que no funcionan solo por el tiempo invertido.

¿Te suena?

💔 Cuando el amor duele (y no debería)

Muiño lo resume así: “Incluso en pacientes que vienen por un jefe tóxico o una madre difícil, al final, siempre aparece el amor.”

Lo que comienza como un síntoma laboral o familiar termina siendo una herida emocional que no sana porque la seguimos entendiendo desde los códigos equivocados del amor romántico.

Amar se vuelve sinónimo de renunciar, de esperar que el otro cambie, de demostrar que merecemos atención. Y todo eso duele.

“Seguimos atrapados en narrativas que nos enseñan que el sufrimiento es prueba de amor. Que si no hay celos, no hay pasión. Que decepcionar a la pareja es un fracaso.”

Hacia un amor consciente (y real)

Frente a este panorama, Muiño no solo critica. Propone. Y su propuesta es clara: un amor posromántico.

¿En qué se basa?

  1. Casting emocional previo
    Antes de que las hormonas nublen la razón, aún tenemos margen para observar. Para elegir desde la conciencia.
    “No se trata de preguntar si cree en la honestidad. Se trata de ver cómo terminó su última relación”, dice Muiño. Observar conductas, no escuchar promesas.
  2. El triángulo de Stemberg
    Toda pareja sana tiene tres patas: intimidad, pasión y compromiso.
    • Intimidad: comunicación real, sin máscaras ni poses.
    • Pasión: deseo, afecto, contacto.
    • Compromiso: proyectos comunes, dirección compartida.
      Si faltan dos, no es pareja. Si falta una, está en riesgo.
  3. Contacto cero para sanar
    Muiño defiende esta técnica con vehemencia: 40 días sin saber nada del ex para que el cuerpo se desintoxique emocionalmente.
    Como cualquier adicción, el amor también requiere pasar el “mono”.

Los mitos que aún nos gobiernan

  • La media naranja
  • El síndrome de Wendy (que cuida sin límites) y Peter Pan (que no quiere crecer)
  • La obsesión por la exclusividad emocional
  • Las renuncias personales como “prueba” de amor
“No necesitamos que nos complementen. Necesitamos relaciones que nos transformen, no que nos anulen.”

Muiño defiende un tipo de amor que no romantiza la dependencia, ni justifica el maltrato emocional como pasión.

El amor no ha muerto. Pero como lo hemos entendido… quizá sí debería.
Lo que Luis Muiño propone no es renunciar al amor, sino redefinirlo desde la libertad, la conciencia y el respeto mutuo.

Porque, al final, el verdadero amor no se encuentra. Se hace.
Y para hacerlo, tenemos que desaprender.
Romper con la idea de que amar es aguantar.
Y atrevernos a construir algo nuevo, aunque no tengamos manual.

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